
Es un tipo simpático, incluso divertido. Pasea por la sala entre vítores, aclamaciones y aplausos de sus seguidores, como si se tratara de una estrella de rock and roll que sobrepasa las expectativas que hay puestas en él. Su empatía y cercanía, sin embargo, le hace cercano a todos, porque todos quieren un selfie, una fotografía, con uno de los periodistas mediáticos más populares del momento.
Aunque él se niega a creer que es así, Tomás Rocero forma parte de esa nueva forma de hacer televisión, en plataformas que sus editores convierten la información en un espectáculo. “El Chiringuito es un gran programa de información seria. Es el que más exclusivas ofrece. Con grandes profesionales que provocan emociones. No deja indiferente a nadie porque hay unos a favor y otros en contra”, dice.
Tomás es uno de los personajes que han hecho grande El chiringuito de Jugones, un programa que habla sobre todo de fútbol que dirige y presenta Josep Pedrerol, acompañado por un grupo de tertulianos y redactores, que generan debates deportivos y políticos vinculados principalmente al Barça y el Real Madrid de la Primera División, aunque, en menor medida, toca temas vinculados a otros equipos, competiciones y deportes.
La defensa de Roncero por el Real Madrid es lo que caracteriza a este periodista que los fines de semana suele viajar por la península de norte a sur y de este a oeste para hablar del equipo “que desde muy pequeño me inculcó mi padre. Me hizo ver que era el mejor equipo del mundo y así es”. Este fin de semana ha pasado por la Peña Madridista de Salou donde ha firmado ejemplares de su último libro, “El mejor Madrid de la Historia”.
Roncero habla, grita, desgañita, chilla y en muchas ocasiones se emociona al hablar de su Madrid. Transmite a todos lo que esperan escuchar de él y aquello en lo que todos coinciden, “que el Real Madrid es el mejor equipo del mundo. Otros dicen que son más que un club, pero los resultados ahí están. Somos el mejor equipo de siglo XX y lo seremos en el siglo XXI”. Afirmaciones que enarbolan y enloquecen a los entusiastas seguidores madridistas que le escuchan.
Nacido en Ciudad Real, cuando tenía un año la familia se trasladó a Madrid donde se licenció en Ciencias de la Información, rama de periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Ciudad en la que comenzó a trabajar como redactor para dos diarios catalanes del Grupo Godó, Mundo Deportivo y La Vanguardia. Posteriormente pasó por la agencia de noticias Colpisa y fue contratado por El Mundo, donde permaneció nueve años. Más tarde recaló en la redacción de As, medio en el que lleva 25 años y en el que desde 2022 ejerce como subdirector. Además de As, Roncero es comentarista en los espacios de radio El Larguero y Carrusel deportivo, ambos en la Cadena SER, y El chiringuito de Jugones, de Atresmedia.

Al escuchar las palabras con las que Tomás Roncero se dirige a la hinchada blanca, el fanatismo, la pasión, el apoyo y el convencimiento sobre lo que transmite, me venía al recuerdo la persuasión con la que se muestran otros tertulianos y periodistas a nivel nacional, en cadenas de radio o programas de televisión al hablar de ideologías políticas interesadas. La pasión por un equipo de fútbol, que suele nacer en la vida de la mayoría de las personas desde muy jóvenes, contrasta con la obediencia a partidos políticos que tienen en nómina verbal a muchos profesionales de la información. Cierto es que todo hace sugerir que el público busca noticias que coincidan con sus puntos de vista, y los medios de comunicación se adaptan a estas preferencias. Aunque, la propiedad corporativa, los ingresos publicitarios y la influencia gubernamental suelen ser factores que dan forma a las narrativas mediáticas.
Aunque también es cierto que el haber llegado a la política española hasta extremos inconcebibles, con mentiras, engaños, estafas y traiciones que han causado enormes daños, ha degradado también al periodismo, al que ha convertido en una profesión puesta en duda. La compra de periodistas y medios ha llevado a la información a ser utilizada con desvergüenza y maldad.
Periodistas y políticos que en etapas anteriores han sido los profesionales más admirados y respetados durante la Transición, cuando la sociedad española sentía que vivía en una plena democracia, después de un insoportable cúmulo de desvergüenzas de políticos y periodistas éstos se han convertido en algunas de las profesiones más rechazadas.
Fútbol para distraer
Como en etapas anteriores a la Transición, el fútbol sigue aquí para distraer. Actúa como una distracción social como vía de escape de los problemas cotidianos y políticos, permitiendo que las personas enfoquen los problemas personales y los del país en el juego a la emoción. Una función que se combina, a pesar de la rivalidad entre los aficionados de un equipo u otro y la capacidad de unir a las personas, generar identidades colectivas, romper barreras sociales y ser un vehículo para la integración y el desarrollo personal.
Programas como El Chiringuito de Jugones, en el que Tomás Roncero es uno de sus principales valedores, hace que casi un millón de personas, entre 500.000 y 800.000 espectadores estén enganchados hasta altas horas de la noche a diario. La repercusión social del programa llega a las redes sociales con mucha fuerza. Genera controversia y críticas por su enfoque sensacionalista, que le convierte en el líder de audiencias en la franja de contenido deportivo y tiene una gran capacidad para movilizar a los espectadores.
Por eso, no es de extrañar que esta sociedad que necesita de emociones encuentre en programas como el Chiringuito de Jugones y en periodistas como Tomás Roncero un significado a su propia identidad, en la que expresar y procesar experiencias colectivas, para conectar y gestionar las interacciones interpersonales de manera más consciente, con emociones compartidas e intensas, en una colectividad emocional para la convivencia. Para evitar que, en la barra del bar mientras tomamos el primer café del día, a falta de instrumentos políticos en los que debatir, se hable solo de las excentricidades, comportamientos y extravagancias con las que se han comportado durante el día o la noche anterior algunos políticos y periodistas que hacen de este país un chiringuito.




