El pasado 14 de octubre me jubilé. Empecé a dar clases el 18 de octubre de 1990, día de mi aniversario. Así que la docencia ha sido como un regalo de cumpleaños. Soy consciente cd que la docencia es una procesión difícil, muchas veces dura. Hasta en la última semana he tenido que emplear todos mis recursos y experiencia para tirar adelante mis clases. Clases de 30 alumnos con alumnos de 15 años muy muy diversos suponen un reto diario.
Pero he de deciros que me voy feliz. Feliz en la despedida y muy recompensado en estos 35 años por las aulas de la ESO. Los alumnos siempre me han demostrado afecto y respeto. Me han pagado con la misma moneda que yo les di en clase. Los voy a echar de menos… mucho.
Pero las redes y la prensa andan llenas de profesores quemados, de alumnos desafiantes. ¿Cómo es posible ser feliz en esa jungla? He asistido a muchas jubilaciones en los últimos años y confieso que no he escuchado nunca: «Estoy quemado/a, ya tenía ganas de dejarlo».
Más bien, mis compañeros jubilados me han transmitido una sensación de nostalgia por lo que dejan atrás, de añoranza por esos locos adolescentes. Tan locos como lo éramos nosotros a su edad.
Y es bien es cierto, tenemos alumnos disruptivos y desafiantes. Pero son tres o cuatro en un aula. El resto son buenos estudiantes con ganas de aprender y de trabajar. Unos más, otros menos y otros poco. Pero en mis años de bachillerato, el aula tenía el mismo panorama.
Intenté inspirar a mis compañeros y compañeras docentes en la ilusión en el trabajo de profe. Desempéñenlo con profesionalidad, resiliencia y humanidad, especialmente lo último. No olviden la resiliencia, porque algunos días las cosas no saldrán como esperaban. Intenten no llevárselo a casa. Que esos momentos grises se queden en el aula. Lo anterior no es solo un deseo bonito, se puede entrenar y se debe entrenar.

Ojalá el día que se retiren reciban escritos emocionados que no esperaban. El alumno travieso que «nunca» te escuchaba quizá te escriba para decirte que estudió química. Que le inspiraron tus explicaciones sobre el modelo atómico o el origen del universo. Quizá aquella alumna tan especial de 16 años te esperará el último día en la sala de profesores para darte una carta escrita en papel cuadriculado de cuaderno que te hará llorar. O una madre que te dará las gracias por haber sido profesor de sus tres hijos.
Tantas y tantas muestras de cariño y recuerdos que te harán explotar el corazón y te humedecerán los ojos. Todos mis compañeros y compañeras docentes se merecen recibir esas muestras de afecto el día que dejen las aulas. Eso hará que nuestra vida haya tenido pleno sentido. Sentirán que valió la pena ser vivida. Que hicimos bien la razón principal para la cual estamos en este planeta: Dejarlo mejor que cuando lo encontramos.
Quería despedirme dando una nota de optimismo y de ánimo aun siendo plenamente consciente de lo complicado que es hoy el mundo de la educación. Leo muchos comentarios desesperanzados en las redes. Demasiados.
Pienso que la ilusión fue mi rebeldía. Los clásicos lo sabían bien, al final seremos lo que recuerdan de nosotros. Cada pequeño gesto, cada palabra, cada mirada cotidiana serán lo que recordarán de nosotros. Piensen en ello.




