Emilio Mayayo/ Médico jubilado
En los tiempos que corren y quién sabe lo que puede suceder en los que tienen que venir, todos creemos que estamos en el poder de la verdad. Sin embargo, no es nada novedoso, ya lo dice el famoso dicho “No hay nada nuevo bajo los rayos del sol” (todo es vanidad), pero creo que ahora se está confirmando con todas creces.
A la gente, a los ciudadanos, en estos tiempos que transcurren, bajo mi prisma de observación, los veo crispados por las causas que sean. Hay para todos gustos. Basta solamente pararse a ver o bien oír y reflexionar por lo visto y oído. Siempre saltan chispas y a nadie le gusta lo percibido. La mayoría cree que el otro es tonto y uno está en el poder de la verdad, queriendo imponer su manera de pensar.
Siempre he creído que lo más racional es el diálogo, mucho más que discutir y sobretodo el querer imponer las opiniones de uno ante los planteamientos expuestos. El uso del raciocinio sobre la vanidad hace que las personas respeten las diversas maneras de ver las cosas. Todos tenemos nuestra manera de pensar y de hacer. Creo que el respetar, si no va contra las leyes o lo que rige la mente de los prójimos, debe ser lo más sensato.
La elegancia del perdedor y saber acatar que el contrario ha sido más querido o más astuto, debería ser la pauta a seguir. La regla reconocida por los que tienen “Savoir faire” es pasar a la retaguardia y esperar un nuevo enfrentamiento corrigiendo los fallos tenidos en la anterior pugna. Basta con citar a los resultados de las pasadas elecciones en USA. Ha ganado el que ha ganado y la opositora, Kamala Harris, ha aceptado lo que han dicho las reglas del juego democrático y no está protestando contra el resultado o los votantes. Todo ello es caballerosidad y gran talante, que seguramente saben reconocer los ciudadanos.
El gran problema es que ahora no existe o no se valora para nada la educación. No me refiero a la buena o alta, sino a la básica o elemental. El ser respetuoso con todo lo que nos envuelve es lo que nos hace ser personas y puede que nos haga vivir de manera más racional. Por eso me atrevo a decir que, sin diálogo no hay avance posible.