Son las 16 horas. Un día después de que TV3 nos haya recordado en un reportaje nocturno el incendio que sufrió el reactor de la central nuclear de Vandellós I, el 19 de octubre de 1989. Esta tarde, el sonido de 52 sirenas de riesgo químico se ha activado en el Camp de Tarragona, en esta ocasión, para alertar a la población en un simulacro de alarma química. Sabemos que es así, porque en los teléfonos móviles nos han comunicado que debemos iniciar un ejercicio de confinamiento.

En el interior de las escuelas de primaria siguen los alumnos y los docentes. Algunos de estos cumplen arrajatabla el protocolo y cierran herméticamente puertas y persianas, en señal de la educación en la cultura de prevención de riesgos que han de enseñar a los pequeños escolares, mientras en otras aulas parece que la lección del día, el compromiso que debe priorizar en estas situaciones para preservar la salud, seguridad y bienestar de las personas, no es tan necesaria, porque las ventanas siguen abiertas.

En la calle la vida sigue igual. Sin aparentes cambios. En las terrazas de los bares se toma el café con normalidad ajenos al sonido que ligeramente se emite. En los supermercados se hace la compra sin más y en la playa, con mucha gente ya, se disfruta del baño o se vive cara al sol, aprovechando sus rayos para dar color al cuerpo. 

La invitación a que la población se confine a las 16 horas no pasa de ser una anécdota, aunque es cierto que el objetivo era que la ciudadanía se familiarice con el sonido de las sirenas; vea las alertas en sus móviles y conozca los consejos de autoprotección que se debe seguir si se presenta un caso real de accidente químico. Es decir, confinarse.

El Camp de Tarragona es la mayor concentración de industrias químicas del sur de Europa, impulsando desarrollo industrial, social y ambiental. En ciudades como Salou y Vila-seca, con La Pineda, se vive del turismo. Por ello, el sector químico y el turístico, la otra gran industria, están condenados a entenderse, por el bien del territorio.

A la hora del simulacro la gente disfrutaba del sol y la playa, como un día más

El simulacro de este jueves viene a poner en solfa el entendimiento entre ambos. Desde el centro operativo de la Policía Local en Salou, el subinspector Manuel Hortal ha dado ya las indicaciones necesarias para alertar del simulacro. Con el operador Nicolás Valverde, Hortal ha dispuesto que las quince patrullas de la jornada en Salou se distribuyan por zonas con el fin de alertar a la población sobre todo lo que acontece en cada momento. Incluso algunas de ellas se encuentran en “puntos negros”, en los que el sonido de las sirenas no llega con suficiente nitidez, ni se escucha por megafonía el aviso que se pone en conocimiento de la población.

“Desde este centro hacemos todo lo necesario para llegar a los ciudadanos que en estos momentos hay en Salou”, dice Manuel Hortal. Así parece, porque los bañistas que llenan la playa no se asustan ante el sonido de las sirenas. “Es un simulacro”, dicen. “. No hay que asustarse, porque lo hemos escuchado por la megafonía de la playa. No hay motivo para alarmarse”, comentan. Aviso que alguno de ellos ya conocía porque en las recepciones de los hoteles se han exhibido durante los días previos carteles anunciando el acontecimiento, aunque tampoco parece que estén dispuestos a abandonar la arena para confinarse en algún lugar, como manda el protocolo.

La finalidad del sistema de avisos es la de alertar a la población situada en la zona vulnerable, de la forma más rápida posible, de la existencia de un accidente en una industria o instalación y que, en consecuencia, es necesario que adopten las medidas preestablecidas de confinamiento o evacuación (si es necesario).

Lo que el protocolo nos dice es que si estás en la calle, hay que refugiarse en el primer edificio que se encuentre; cerrar puertas y ventanas, resguardándose en las habitaciones más interiores; detener los sistemas de climatización y ventilación; y si se reside con personas mayores, con niños o con enfermos con problemas respiratorios, hacer un seguimiento intenso de su estado de salud, especialmente en el caso de fuga tóxica; evitar acceder a los sótanos y partes bajas de los edificios y viviendas, siempre que no se anuncie lo contrario por los medios. Además, de proteger los cristales pegando en ellos cinta aislante en forma de cruz. bajar las persianas y correr las cortinas; utilizar las mesas, las sillas y los muebles como barrera; alejarse de las ventanas y cristaleras y confínarse en la parte opuesta al lugar donde se espera la explosión, porque una explosión podría romperlas y proyectar elementos como cristales, rejas, etc.

Normas a seguir de las que parece nos falta mucho que aprender. Manuel Hortal, además de subinspector es el responsable de Protección Civil en Salou, señala que “en la cultura de prevención hay mucho recorrido aún, pero lo cierto es que, sobre todo desde que sucedió lo de la Dana – en Valencia – hay más concienciación en los ciudadanos y seguro que ante un caso de alarma real responderán como exige la responsabilidad”, comenta.

Hotal dice también que Salou puede que en un futuro quede fuera del PLASEQTA (Plan de Emergencia Exterior del Sector Químico de Tarragona), en el momento que la industria más cercana del sector, la de Vila-seca, baje su producción. “Aún sí, tenemos la responsabilidad de hacer llegar a los ciudadanos los modelos de prevención que se exigen en este tipo de sucesos”.

La industria química en Vila-seca forma parte del polígono más importante del sur de Europa
 

El Camp de Tarragona, en el que están integrados Salou y Vila-seca, concentra el mayor número de industria química del sur de Europa. La constitución en 1961 de Industrias Químicas Asociadas (IQA, con capital de ERT, Cepsa, Shell i Hoechst), la primera compañía fruto de una política de alianzas entre empresas españolas y otras de capital extranjero comenzó a producir 460.000 toneladas anuales de una docena de derivados químicos, suponiendo la creación de 446 puestos de trabajo.

En paralelo a esa política se desarrollaron otras industrias españolas, como Energía e Industrias Aragonesas, en 1969; Bayer, en 1971; Dow, en 1967 y Basf, en 1969. Las características geográficas del emplazamiento de Tarragona y de su puerto han sido factores determinantes a lo largo de la historia a la hora de perfilar el modelo de ciudad y de su papel económico, con marcadas influencias para el territorio. Tanto en la Tarraco romana como en el complejo petroquímico de Tarragona, estos factores son notorios. Un largo proceso que se consolidó y que ha participado en la configuración de Tarragona como polígono químico de primera magnitud, seguramente influidos en la decisión de escoger el emplazamiento en el área de la refinería de petróleos de Cataluña. La refinería, y las industrias químicas de transformación, eran uno de los 13 proyectos del III Plan de Desarrollo Nacional donde se acordó la construcción de las actuales instalaciones de Repsol, configurando así el polígono Norte, en La Pobla de Mafumet y El Morell, consagrando el complejo petroquímico de Tarragona.

La refinería se inauguró en febrero de 1976, que inicialmente explotaba la Empresa Nacional de Petróleos de Tarragona SA y que en 1987 se constituyó en el grupo Repsol.

La importancia e influencia del sector químico en Europa y con ello en el Camp de Tarragona, siendo uno de los motores principales de la economía en la comunidad, junto al turístico, generan entre ambos el mayor número de empleos, obligando a los dos sectores a un entendimiento constante y a una convivencia entre ambas partes.

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