Aunque la primera proyección pública de cine en España fue el 14 de mayo de 1896, a cargo de Alexandre Promio, del cinematográfico Lumiere, un joven francés de 25 años enviado de los hermanos Lumiére, con un costo de una peseta la entrada, a Salou el cine llegó n los primeros años de la década de los cincuenta con el Cine Marina, en la calle Mayor. Su propietario fue Joaquín Oliva, un empresario del transporte, padre de Joaquín Oliva, al que en las últimas décadas se le ha conocido por ser un empresario de éxito en el mundo del automóvil, con concesionarios en Tarragona, Reus y Tortosa.
La proyección en el Cine Marina fue todo un éxito, porque el cine llegó para quedarse y ser un negocio rentable. Después de abrir el Cine Marina se abrió el Cine Miramar. Dos salas que fueron importantes en aquella década para el ocio de una población que aún era pequeña, pero en crecimiento. Se daban entonces connotaciones sociales, en la que se viven las grandes épocas cinematográficas, sobre todo en Estados Unidos. Porque, dos de las grandes obras de los años 40 como ‘El Gran Dictador’ (1940) y ‘Ciudadano Kane’ (1941) destacaron por una gran variedad temática en sus cintas y las excelentes interpretaciones, gracias a actores y actrices de la talla de Humphrey Bogart o Rita Hayworth.
Una etapa en la que destaca otro de los géneros que más impacto produjo como fue el cine negro. Género en el que brillaron películas como ‘Halcón Maltés’ (1941) o ‘Gilda’ (1946). Películas que sus historias penetraron entre los ciudadanos de Europa y que solían girar en torno al misterio, los crímenes y la corrupción. Películas a las que antecedió la comedia o el western americano que influyó en los años 40, siendo la antesala de lo que serían posteriormente los géneros más importantes del cine americano. Destacando entre estas algunas proyecciones relevantes como “Pasión de los fuertes” (1946), ‘Fort Apache’ (1948) o ‘La legión invencible’ (1949). Y en la comedia no podemos olvidar el nombre de los Hermanos Marx, con cintas como ‘Los Hermanos Marx en el Oeste’ (1940) o ‘Una noche en Casablanca’ (1946).
En Salou, el cine era aún una experiencia para sus ciudadanos porque el conseguir cintas de relieve mundial se hizo muy complicado por el alto coste de sus proyecciones. El Cine Marina se trataba de una sala que en verano hacía películas para niños y otras para adultos que, aunque no se encontraban entre las más taquilleras, sí eran cintas que atraían la atención de los ciudadanos más maduros.
La proyección de ‘La Violetera’, protagonizada por Sara Montiel, supuso hacer una pequeña fortuna para los empresarios por el gran éxito que la película en todos los cines españoles y, por supuesto, también en Salou. Unos ingresos económicos muy importantes que se sumaron a los que obtuvo con la proyección de esta misma película en el Cine Monterrosa, de Reus, del que también era promotor la familia Oliva.
Para mantener viva esta memoria ayer se presentó en Salou el Cineclub Miramar, presidido por Jordi Sardiña, que estuvo acompañado de Quimet Aragonés, hijo del que en su día regentara la sala, y Julia Gómez, como concejala de Cultura del Ayuntamiento. En una exposición retrospectiva situada en el mismo ayuntamiento, se recuerda, en fotografías y material de la época, que aquellos años en los que abrieron Marina y Miramar fueron momentos de cambios en el cine.
Años en los que la sociedad americana empezó a recibir en sus hogares un nuevo invitado: la televisión. Circunstancia que hizo que las productoras cinematográficas creasen productos para la pequeña pantalla, eso sí, menos costosos. La gente empezó a vivir en barrios residenciales, dedicaba más tiempo al ocio y el deporte, pero también a cuidar de sus hijos. También fue una década de innovaciones tecnológicas, como el Cinerama o Vistavision, con la que el cine americano fue ganando adeptos.
En España, mientras, la gente estuvo más pendiente de las pocas noticias que le llegaron en el avance de la televisión, que, aunque es en 1948 la primera vez que se visiona en nuestro país, lo hace a cuentagotas en algunos hogares y bares, a los que acuden en masa los niños para sentarse en el suelo del establecimiento frente al televisor, para ver las series de mayor éxito, como el “Virginiano”, estrenada en 1962.
La primera película que se proyectó en el Cine Miramar fue en 1953. La fachada principal era por la calle Valencia, donde se encontraba la taquilla y la puerta de salida, detrás del escenario, en la calle El Carril. Su fundador fue Joaquín Aragonés Forés, quien tras pedir los permisos correspondientes en el ayuntamiento de Vila-seca se le otorga tal, no solo para habilitarlo como sala de cine sino también para hacer un lugar polivalente que en las tardes de los domingos se transforma en una pista de baile.
Sala de baile en la tarde del domingo, a la que asistían, principalmente, les miñones de servicio de las familias adineradas que venían de vacaciones a las playas de Salou. Día de libranza que, por cierto, siguiendo la costumbre que había en otros lugares de España, se popularizó la paella. Según dicen las crónicas de antaño, los días que libraba el servicio dejaban el sofrito hecho para que la ‘señora de la casa’ solo tuviera que echar el arroz y el caldo a la cazuela.
No ajeno a esta costumbre de las gentes que venían a pasar las vacaciones a Salou, el Cine Miramar ofrecía baile el domingo retirando las butacas y transformando el lugar en una sala de baile. Una tarea que no era complicada ya que al ser Joaquín Aragonés de oficio carpintero la construcción del local la hizo sencilla y a la vez adecuada para realizar todas estas funciones con una cierta facilidad.
Joaquín Aragonés fue un hombre muy adelantado a los tiempos. No en vano consiguió hacer una grandísima biblioteca con miles de libros, que “aún se conservan intactos”, dice su hijo Quimet Aragonés. “Mi padre era un hombre muy culto. Le gustaba muchísimo leer. Cosa que le llevó a tener problemas incluso con su propio padre, mi abuelo, porque éste, imagino que así de triste debió ser en la época, solo le inculcaba que tenía que trabajar”.
“Era un hombre a la vanguardia de todo lo que hacía referencia al cine. Con la experiencia adquirida en la sala de Salou quiso abrir una segunda con un autocine en la autovía entre Salou y Vilaseca. Quiso montar un espacio en el que la gente pudiera ver cine sin bajarse del automóvil”, sigue comenta Quimet. Sobre el autocine, quizás nos venga a la memoria las escenas que hemos visto en películas americanas en las que aparece un cine propiamente dicho al aire libre. Y es que se trata de una experiencia genuinamente estadounidense, ¡cómo no!. Fue en las periferias de la Costa Este de este país donde, desde inicios de los años treinta del siglo XX, empezaron a brotar esta clase de “salas”, si bien no sería hasta finales de la II Guerra Mundial cuando realmente el fenómeno explotó con la expansión de los suburbios.
Joaquín Aragonés, con la experiencia y el éxito del baile en el Cine Miramar estudió también la posibilidad de hacer en lo que aún es ahora el Edificio Miramar, situado en el Moll de Costa. Esta última idea promovida más por Quimet Aragonés, su hijo. Una experiencia que se intentó llevar a cabo después de que se pusiera de moda el tocadiscos, porque hasta entonces el baile que se hacía en el Miramar era en directo por alguna de los grupos que había en las comarcas de Tarragona.
A partir de ahora, en la Sala Costa Daurada está previsto que la nueva asociación presente una programación regular de películas. La primera, este sábado, a las cinco de la tarde, con dos piezas audiovisuales que tienen a Salou como escenario.