Hace casi una década, en Vila-seca, muchas familias nos unimos para exigir algo que considerábamos justo: recuperar el servicio de autobús escolar que conectaba nuestro pueblo con el Complex Educatiu de Tarragona, la antigua Laboral. Durante años ese servicio no existió y, cuando reclamamos su recuperación, la respuesta del gobierno municipal fue un no rotundo, amparándose en que no eran «competentes» para ofrecerlo. Pero no aceptamos ese no como definitivo. La presión social fue clave y, en ese proceso, Vila-seca en Comú desempeñó un papel fundamental como promotora de la acción colectiva, canalizando el descontento de las familias y organizando la recogida de firmas que, junto con la movilización vecinal, terminó logrando lo que parecía imposible. Hoy el servicio sigue funcionando, llevando a estudiantes del municipio a cursar ciclos formativos a la Laboral.
Hoy la historia se repite. Esta vez no ha sido un partido político quien ha vehiculado la acción colectiva, sino que han sido las Asociaciones de Familias (AFAs) y el Consell Escolar quienes han tomado la iniciativa. Fueron las familias, organizadas en estos espacios de participación, las que impulsaron la recogida de firmas y la presión social que obligó al equipo de gobierno a reconsiderar su postura. Finalmente, se mantendrán los horarios del servicio, se garantizará un modelo híbrido de transporte, habrá monitores para todos los alumnos sin distinción de edad y la cobertura del seguro será la misma para todos.
El gobierno municipal ha intentado justificar este cambio alegando que han realizado un sondeo y que, en base a los resultados, han decidido modificar su postura. Sin embargo, es evidente que no ha habido tal sondeo. Esta narrativa no es más que una excusa para evitar reconocer que la rectificación se debe exclusivamente a la presión ciudadana. No ha sido un proceso espontáneo de sensibilidad política, sino el resultado directo de la organización y movilización de las familias afectadas, que hicieron insostenible la decisión inicial.
Este proceso no es casualidad ni un hecho aislado. Es la forma en que las sociedades cambian. Cuando muchas personas deciden actuar en la misma dirección, las estructuras empiezan a tambalearse. Como decía el socólogo Peter Abell, «las cosas pasan en el mundo social porque los individuos hacen y dejan de hacer cosas, y ellos son las únicas cosas que hacen y dejan de hacer cosas». Una frase que bien podría haber dicho Mariano Rajoy en uno de sus momentos más inspirados, pero que, si la lees dos veces, tiene todo el sentido del mundo. No hay decisiones que caigan del cielo ni gobiernos que actúen por sí solos; son las acciones de las personas, sumadas unas a otras, las que transforman la realidad. En Vila-seca, cada familia que firmó, cada vecino que alzó la voz, cada estudiante que se movilizó, contribuyó a un cambio que, de haberse dado por imposible, nunca habría sucedido.
Este episodio es, por lo tanto, un bonito recordatorio de que la realidad no está escrita. Que las decisiones de las altas esferas pueden revertirse. Que, cuando el pueblo se mueve, el gobierno, si quiere seguir gobernando, debe hacerlo obedeciendo. Y que, cuando una comunidad se organiza, el cambio no solo es posible: es inevitable.
De todo ello podemos extraer la lección de que, para cambiar lo que no nos gusta, es preciso recuperar la conciencia de que una parte importante de nuestra realidad depende de nosotros mismos. Depende de lo que hacemos y dejamos de hacer en nuestro día a día. Si nosotros, la gente de a pie, somos capaces de organizarnos para “hacer cosas”, podemos lograr que la realidad se parezca un poco más a nuestros sueños.
Mario Téllez Molina
Concejal en Vila-seca de 2015 a 2023