De joven sentíamos una cierta gracia al ver gente que con dificultad para hablar y que tropezaba a menudo al andar por la calle, en ocasiones generosos y con un color sonrojado en las mejillas, instantáneamente, quizás por nuestra ingenuidad, los relacionábamos con el comportamiento de un borracho. Inconscientes de que se trataba de una persona ebria, embriagada o trastornada por el consumo excesivo de bebidas alcohólicas, que alteran aquellas facultades físicas y mentales que tanto nos han hecho reír al ver películas o escuchar al chistoso de turno en las reuniones grupales.
Ayer, sin más, vi un documental de esos que emiten algunas plataformas de televisión, en la que una pareja de agentes municipales animaba a levantarse y andar para que se dirigiera a su domicilio a una persona que se encontraba tumbada en el suelo derrotada por el exceso de alcohol consumido y que, por estar embriagado, no podía mantenerse en pie ni unos segundos.
Veía estas escenas pocas horas después de hablar con Francesc. Así sin más identificación personal porque “soy simplemente Francesc”, me dice. Una persona que como consecuencia de la bebida pudo llegar a perder todo lo que tenía en la vida. “Estuve a una copa de terminar como cualquier otro vagabundo tirado en el suelo, con un cartón de vino entre las manos. Lo pude perder todo, el trabajo, la familia, los amigos… incluso la dignidad. De la misma forma que acaban muchas personas que se niegan asimismo a aceptar la enfermedad”.
A esa enfermedad que es la expresión común o diagnóstico médico que se refiere al consumo excesivo de alcohol (la bebida). Esa situación que poco a poco va aceptando la sociedad y que puede llevar en muchas ocasiones a enfermedades terminales. Las bebidas alcohólicas pueden causar daños graves a largo plazo, como cirrosis hepática, insuficiencia orgánica y varios tipos de cáncer, que a su vez pueden ser fatales, y que cuesta aceptar. “Solo unos pocos de los muchos que vienen a las reuniones grupales acepta que es alcohólico”, comenta.
Francesc es delegado de Alcohólicos Anónimos en el Área 6, la zona de Tarragona, en la que hay varios grupos de autoayuda. Terapias espejo en las que se comparten experiencias que nacieron en los Estados Unidos hace 90 años y que en España cumple este año los sesenta desde su instauración. Una entidad que visita colegios y empresas en las que explican experiencias para evitar el consumo.
El consumo de alcohol entre los jóvenes se ha disparado. Presenta un problema de salud pública y social significativo, con una edad promedio de inicio alrededor de los 14 años en España. El patrón más común es el consumo en atracón (forma de ingerir una gran cantidad de alcohol en un corto período, que supone graves consecuencias para el desarrollo cerebral, como el daño en la corteza prefrontal y el hipocampo, afectando la cognición, la memoria y el juicio). O el «binge drinking«, que se define como beber muchas bebidas alcohólicas en un corto período de tiempo para lograr la embriaguez rápidamente. Este hábito puede provocar las mismas consecuencias y problemas de adicción, bajo rendimiento escolar y trastornos de salud mental.
El consumo excesivo, esa forma de beber que tanta gracia nos hacía hace décadas a los jóvenes al ver personas ebrias, presenta graves problemas emocionales en edades muy tempranas en la educación, con un exceso de riesgo de ansiedad, depresión y aislamiento. Reduce el rendimiento académico con problemas disciplinarios, deteriora gravemente las relaciones en la familia, los amigos o la pareja y produce conductas de riesgo, a veces autodestructivos o violentas.
Por este motivo es importante la recuperación social de hombres como el caso de Francesc. “Cuesta mucho recuperar a la gente. Los hay que vienen a AA, se van y vuelven al cabo de un tiempo. Las presiones sociales, familiares (que son los primeros que lo sufren emocionalmente), y en otras ocasiones por el trabajo o por recomendación médica, la gente va viniendo y marchando de los grupos porque les cuesta aceptar lo que les sucede. Hasta que uno mismo no reconoce el gran problema de su enfermedad no lo termina asumiendo. No lo acepta, porque es una enfermedad que no tiene cura”.
“Las ganas de beber no se van nunca”, dice Francesc. Y es que, en una sociedad en las que los jóvenes suelen beber por placer, diversión o envalentonarse frente a la timidez en las relaciones sociales, el contexto social les lleva a actividades lúdicas y competitivas en las que es fácil beber en grupo, sin percibir en el entorno el riesgo que lleva asociado ese consumo excesivo. Aunque, probablemente, la necesidad de ser aceptado socialmente a un grupo de amigos, y la curiosidad o el deseo de experimentar sensaciones nuevas, son factores más determinantes para normalizar el entorno social y de ocio en el que se mueve. “En muchos casos con el desconocimiento de los padres”, me comenta. “Por este motivo son importantes las visitas a los centros educativos. El objetivo es proporcionar un mensaje de prevención a través de testimonios personales. Prevenir el consumo de alcohol y ofrecer información sobre la recuperación”.
“Una persona alcohólica lo va a ser toda la vida. Por mucho que no vuelva a emborracharse, la adicción está ahí”. Los grupos de apoyo son una herramienta vital para ellos. Una forma de tratar una enfermedad que sigue estando muy mal vista por la sociedad. Un consumo de alcohol en España que, según las estadísticas que ofrecen plataformas experimentadas, no ha crecido uniformemente, pero que si ha mostrado tendencias mixtas recientes: hay un descenso en el consumo binge drinking, estabilizando el consumo ocasional y, en algunos aspectos, en el que las ventas de alcohol han disminuido. Pero que en el ámbito internacional y entre los adolescentes, como se ha comentado anteriormente, sí se ha registrado un aumento preocupante.
Estudios que demuestran también que el consumo de alcohol y el consumo indebido de alcohol entre las mujeres está aumentando.Si bien es cierto que el consumo de alcohol indebido presenta graves problemas de salud pública en general, las mujeres que beben tienen mayores riesgos en comparación con los hombres. Estos mismos estudios demuestran que las mujeres comienzan a tener problemas relacionados con el alcohol más temprano, con cantidades de consumo de alcohol más bajas que los hombres y por múltiples razones. En promedio, las mujeres pesan menos que los hombres.
Además, el alcohol reside predominantemente en el agua corporal, y en comparación, las mujeres tienen menos agua en sus cuerpos que los hombres. Esto significa que una mujer y un hombre del mismo peso que beben la misma cantidad de alcohol, los niveles o cantidades de alcohol en la sangre (BAC, por su sigla en inglés) de la mujer serán mayores y la pondrán en mayor riesgo de daño. Las investigaciones demuestran que las mujeres son más propensas que los hombres a experimentar resacas y otras lagunas inducidas en mayares dosis comparables de alcohol. Más susceptibles a las enfermedades cardíacas relacionadas con el alcohol que los hombres, aunque consuman menos alcohol durante toda su vida.
“Un consumo que sufren más en silencio, a escondidas, porque el alcohol en el hombre ha estado siempre más asociado a la barra del bar. A la mujer le cuesta más aceptar las charlas en grupo. Van viniendo a Alcohólicos Anónimos, pero las resulta difícil acercarse a este mundo que parece de hombres. Si a nosotros nos cuesta aceptar la enfermedad, a una mujer mucho más porque socialmente hace daño a cualquier persona”.