Cinco años después de la pandemia, de aquel marzo de 2020, en el que el sistema sanitario se vio desbordado en cuestión de semanas. Los hospitales, colapsados bajo la presión de miles de pacientes que requerían atención urgente. La falta de equipos de protección personal para los profesionales sanitarios, la escasez de respiradores y la saturación de las unidades de cuidados intensivos (UCI), que pusieron en evidencia las carencias de un sistema que, aunque reconocido internacionalmente por su calidad y universalidad, los sufridos recortes presupuestarios durante décadas anteriores la sanidad pública ha sido puesta a prueba, revelando tanto sus fortalezas como sus debilidades.
El próximo unes, el 7 de abril, los mismos sanitarios que nos ayudaron durante la pandemia, que reconocimos con aplausos su trabajo, cada tarde a las 20.00 horas, saldrán a la calle, conmemorando el Día Mundial de la Salud, con el lema: “Defensar la vida és defensar la sanitat pública”. Día, por cierto, en el que la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzará una campaña en la que durante un año se centrará en la salud de la madre y el recién nacido. En la campaña, titulada “Comienzos saludables, futuros esperanzadores”, se exhortará a los gobiernos y a la comunidad de la salud a intensificar los esfuerzos para poner fin a las muertes prevenibles de madres y recién nacidos, y a dar prioridad a la salud y el bienestar de las mujeres a largo plazo.
“Defensar la vida és defensar la sanitat pública”, lema que me ha llegado por WhatsApp en una imagen de promoción por parte de la Plataforma del Camp de Tarragona per la Sanitat Pública, nos obligar a reflexionar sobre el sistema de salud pública en nuestro país. Para la doctora María Teresa Rué, afincada en Salou, «tiene un buen estado de salud por lo general, y esto se refleja en la esperanza de vida que tenemos, una de las más altas del mundo. Los sindicatos se han de manifestar, porque han de velar por el bienestar de los trabajadores sanitarios. La sanidad pública no debe sacarse adelante a base del sobreesfuerzo y la buena voluntad de los profesionales sanitarios, como ha sido así, de manera especial durante la pandemia. Hay que evitar el “Burnout”, el agotamiento y la desesperanza personal en el trabajo. Se debe luchar por conseguir un salario adecuado, comparable a la de los países vecinos para evitar la fuga de personal y también restaurar la respetabilidad que en ocasiones daña a la profesión”.
María Teresa Rué, en la actualidad jubilada, ha ejercido de médico inspectora de la Generalitat de Catalunya, con 40 años de experiencia profesional. “Tenemos un modelo sanitario público basado en la universalización de la asistencia sanitaria. Es un buen modelo, muy alejado de otros como por ejemplo el de EE.UU, donde si no se tiene dinero no puedes recibir una asistencia sanitaria adecuada, especialmente en patologías graves. En nuestro país, este derecho está garantizado. Tanto la atención primaria como la hospitalaria son de gran calidad. El modelo de prevención, diagnóstico y tratamiento tanto de patologías más banales como patologías graves es satisfactorio. Lo que falla es la gestión de cómo se utilizan los recursos existentes. Y aquí entran en la ecuación tanto el tema de educación sanitaria para que la población aprenda a gestionarse mejor los factores de riesgo, la prevención y el autocuidado, como el tema de ratio de personal sanitario, la gestión de listas de espera y otros factores”.
La pandemia, que provocó la cancelación o posposición de miles de intervenciones quirúrgicas y consultas médicas no urgentes, que generó un colapso en las listas de espera, especialmente en áreas como la Cirugía, la Oncología y la Salud Mental, según datos del Ministerio de Sanidad, a finales de 2022, más de 800.000 personas esperaban en España una intervención quirúrgica, una cifra muy superior a los casos de pre-pandemia, afronta en estos momentos grandes riesgos en prevención. Según Rué, uno de los riesgos más preocupantes está en “la salud mental, que en los últimos años ha aumentado mucho los casos de patología mental sobre todo entre los jóvenes. Faltan recursos para prevenir y dar una atención integral que ya es muy buena pero todavía escasa. Hay más casos de suicidio y no podemos mirar hacia otro lado. Es un indicador de la sociedad vertiginosa y de la inmediatez del placer. Los responsables políticos, escuchando las necesidades de los sanitarios, y la sociedad en general debemos reaccionar”.


La sobrecarga de trabajo durante la pandemia dejó exhaustos a muchos profesionales sanitarios. Además, el sistema se enfrentó a un problema estructural de falta de médicos y enfermeros, especialmente en zonas rurales y en especialidades como la Atención Primaria. Esta posición y la fuga de talento a otros países con mejores condiciones laborales ha agravado aún más la situación. “Es una de las claves que justifica que los sanitarios han de salir a la calle a manifestarse. Es evidente que faltan recursos sanitarios y que la financiación es insuficiente, especialmente en lo que se refiere a la contratación de personal. Formamos a los mejores especialistas por el sistema MIR y luego muchos se marchan a trabajar a otros países donde son más valorados tanto económicamente como moralmente. Es una situación que hay que revertir por el bien de nuestro sistema”.
El gasto sanitario en España como porcentaje del PIB se sitúa por debajo de la media de la Unión Europea, lo que limita su capacidad para afrontar los retos actuales y futuros. La política suele mirar hacia otra parte y, quizás, sea este uno de los motivos por los que la clase política recibe críticas ante la idea de privatizar el sistema. “La sanidad pública ha de ser el pilar y la sanidad privada, un complemento. Jamás debería ser la colaboración entre ambas un puente hacia la privatización. Considero que debe garantizarse la salud desde la vertiente pública y después, quien quiera tener un complemento y se lo puede pagar, que lo haga, pero no debe ser una excusa para acortar los recursos públicos”, dice Rué.
“En nuestro país tenemos un modelo excelente en la atención primaria. Debe encontrarse el equilibrio entre la atención inmediata, la prevención, el diagnóstico precoz y el tratamiento especialmente de patologías que pueden ser más graves. Se debe hacer un esfuerzo en la gestión de tiempo de espera y en la accesibilidad del sistema público. La población debe educarse para aprender a utilizar los recursos adecuadamente. Y para que la atención quirúrgica urgente tenga una efectividad inmediata. Otro problema son las listas de espera quirúrgicas por patologías no urgentes, aquí es donde hay que realizar un mayor esfuerzo de gestión. Porque tiene repercusiones en otros aspectos como las bajas laborales que en ocasiones se alargan indebidamente por el tiempo de espera de una exploración complementaria o de una intervención quirúrgica”.
Para Rué, “tenemos un modelo excelente en profesionales y en la calidad de los hospitales, algunos de estos pioneros en todo el mundo y en investigación. La clave está en la financiación y distribución de los recursos sanitarios. Hay que evitar ir hacia la privatización. Debemos centralizar los servicios más especializados, evitar duplicidades, mantener el sistema de emergencias médicas y favorecer el acceso del ciudadano a la atención primaria, especialmente en lugares más aislados. El gasto farmacéutico también se ha disparado, y aunque son varios los factores que lo han provocado, en una parte debido a la demanda de la población, que le es más fácil tomar una píldora que el hacer medidas de prevención, con una dieta y los ejercicios adecuados. La educación en la salud debería comenzar en el seno familiar y desde el colegio hacer un esfuerzo para aprender a mejorarla”.